¡Hola a
todos!
Hoy vengo a
hablaros sobre mi asistencia a la boda a la que me negaba a ir y en parte, no
ya solo por los motivos que os indiqué en la anterior entrada sino porque sabía
que lo pasaría mal en cuanto al tema de la alimentación. Os cuento lo que pasó…
Cuando nos
fuimos a sentar a comer, pusieron dos entrantes. Uno de ellos llevaba nata y
queso, por lo tanto, sabía que es algo que no puedo comer y decidí comer lo
demás que si que podía. El problema fue mayor con el plato principal, carne con
puré de patatas al que también le habían añadido nata y queso.
El primer
plato, tenía un pase porque podía comer de lo demás pero del plato principal
¿qué cómo? Si era el trozo de carne bañado en el puré, solo quedaba sin tocar
la parte de arriba de la carne y me negaba a comerme la mitad del trocito de
carne y que a los novios le cobrasen el menú entero cuando ni si quiera lo
podía disfrutar.
Evidentemente,
los postres son los que mas “papeletas” tienen de que contengan leche, nata,
mantequilla… así que es algo que no me cogía de sorpresa puesto que es más
común y contaba con ello desde el minuto cero. El postre era como una minitarta
de nata bañada con chocolate y mermelada (una mezcla un tanto rara para mi
parecer).
Lo siento,
pero estaba harta de tener que callarme y la mayoría de invitados de mi mesa me
miraban con malas caras e incluso se atrevieron a preguntarme que si no comía
la carne porque era vegana (¿?), pregunta que sobraba ya que me habían visto
comer jamón en la recepción de la boda…
Fui a hablar
con los novios y decidí exponer mi problema alimenticio ante ellos y muy
amablemente (algo que agradezco) se ofrecieron a hablar con el maitre para que me pusieran un menú
adecuado a mis necesidades: filete de pollo con patatas y un postre de mousse
de avena. A lo que mi cara no sabía si era mejor o peor de ver un menú tan
pobre…pero al menos pude comer algo.
Llegó el
momento de respirar profundamente y sacar todo mi cabreo acumulado comenzando
mi discurso: Nadie tiene ni puta idea de lo que es esto, que tengas que venir a
una boda y que no puedas comer nada más que jamón, gambas y pan porque hayan
decidido ponerle queso, nata, mantequilla, leche y lácteos de mierda a todas
las comidas del menú porque es lo que está de moda sin darse cuenta que hay
gente que no podemos comer esos menús. Te dedicas a leer la carta (lei la
carta) y al final ¿Qué coño comes? ¡NADA!
Desde aquí
les doy las gracias a las tres personas de mi mesa que me daban la razón y
aplaudieron mi discurso. Reconozco que debería de haber avisado de mi problema
y me indicaron que el menú hubiera sido el mismo: un filete de pollo con patatas.
Considero que tampoco hubiera estado mal por parte del catering, el dejar
algunos platos de carne sin puré que es otra opción para que no tengamos que
sentirnos tan diferentes al resto de comensales.
A parte del
aviso, creo que debería de ser ya más normal encontrar en bastantes sitios
menús preparados para cualquier tipo de intolerancia. Por ejemplo, en la cena
del tren ya me tenían preparada la bandeja bien plastificada para que no
hubiera ningún tipo de contaminación cruzada, puesto que el menú de los demás
también contenía queso y lácteos.
Después de mi
suceso, os dejo una pregunta, ¿Merece la pena acudir a una boda para comer un
triste filete de pollo con patatas, llevarte un mal rato con la comida y lo
peor de todo, ser la protagonista de todas las miradas de la mesa y aguantar
semejantes preguntas? Lo siento, pero si puedo evitar el acudir a este tipo de
eventos, lo agradeceré.
Por último, recordar que aunque seamos intolerantes o alérgicos a cualquier alimento, también somos personas y tenemos derecho a poder disfrutar de los eventos sin que se nos mire como a bichos raros. Aprovecho nuevamente para reivindicar, una vez más, mi guerra personal contra los lácteos desde hace ya dos años. #vidasinlacteos
¡Un saludo a
todos!
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