¡Hola a todos!
La verdad es que en esta entrada tengo tanto que contaros que no sé por dónde empezar… o quizá sí. Mejor voy a comenzar desde el primer momento en que la cosa se torció a nivel personal y profesional: un accidente de tráfico.
A principios de Agosto, me levanté para ir a trabajar como hacía cada día y desafortunadamente estando parada para entrar a una rotonda, llegó un coche por detrás y me dio un golpe bastante fuerte, dejándome secuelas en las vertebras cervicales, dolores lumbares y de columna, aparte del conocido latigazo cervical.
Ese día, después de rellenar el parte del accidente, acudí a la mutua de accidentes laborales porque entendía que al haberse producido de camino desde mi casa a mi lugar de trabajo, el accidente había sido laboral, tal y como te explican en recursos humanos y en formación y orientación laboral cuando estudias.
Cuando llegué allí, me atendió la mutua y me dio el día de descanso, pero aún así me quede a trabajar por el miedo a que me pudieran decir algo mis jefes en el trabajo. Mi jefa sí que me dijo que había hecho bien quedándome a trabajar, pero fue mi jefe quien me dijo que me fuera a mi casa. Evidentemente, un reposo laboral por un médico va a misa y eso es algo que algunos jefes/as todavía parecen no entender.
Durante un mes seguí yendo a trabajar con dolores y con relajantes musculares hasta la cabeza porque así lo pretendía el personal médico de la mutua ya que ellos me decían que yo estaba completamente apta para seguir acudiendo a mi trabajo. La realidad es que estaba adormilada (por el efecto de los relajantes musculares), seguía con los dolores, con mareos, con pinchazos en las cervicales, la columna y las lumbares hasta que tuve que coger una semana de vacaciones en septiembre para poder acudir a un traumatólogo privado, la persona más especialista en huesos, tendones y músculos. Tras su chequeo, llegó a la conclusión de que yo necesitaba un reposo laboral de 15 días y una rehabilitación en las diferentes zonas nombradas anteriormente.
Tras el veredicto del traumatólogo, acudí de nuevo a la mutua y me dijeron que me mandarían rehabilitación, siendo lo más importante el no faltar a mi puesto de trabajo ni un solo día, pero que de reposo laboral nada de nada, que yo seguía apta para acudir a mi puesto de trabajo con mis mareos y mis pinchazos. Sí, en muchas ocasiones me venía el mareo conduciendo o trabajando y me tenía que agarrar al volante o a la mesa de mi trabajo como si me sirviera de algo, pero ellos seguían insistiendo en que eso no era importante. Lo realmente importante era no faltar a trabajar para que ellos no tuvieran que pagar mis días de baja, claro está.
A los pocos días comencé la rehabilitación en la mutua (si al acudir presencialmente a un lugar a que te dan única y exclusivamente calor se le puede llamar así…). Estuve un mes yendo a rehabilitación los días que me decían, siendo 9 el total de sesiones en ese periodo de tiempo. Como comprenderéis me parece un poco tomadura de pelo y que explicaré más profundamente en otra entrada del blog.
Cuando le comenté a mi jefe que tenía que acudir a la mutua por la mañana temprano y que podría llegar tarde a mi trabajo unos 5 minutos, me dijo que no había problema. Claro que no hay problema porque para eso los Convenios Colectivos nos dan el derecho de coger horas laborales para poder acudir a consultas o terapias médicas.
Casi a mitad de octubre lo cierto es que ya no podía más. Tenía muchas noches sin dormir por los dolores, ya la medicación que tomaba no me hacía nada y me la cambiaban constantemente los médicos de la mutua para que su objetivo siempre fuera el mismo: Tener que acudir a mí puesto de trabajo diariamente aunque fuera completamente drogada de relajantes musculares y no pagarme la baja laboral.
Un lunes comenté la situación con mi jefe y le dije que no podía más, que me diera el martes de vacaciones para poder descansar. El aceptó. Ese martes yo me levanté fatal. Fue la peor noche de dolores que pasé en esos dos meses desde que tuve el accidente y acudí a la médica de la seguridad social. Le conté lo expuesto, le presenté los informes de atención en la mutua y del traumatólogo privado y me dijo: señora, usted no está apta para acudir a su trabajo, necesita lo que el traumatólogo le ha mandado (reposo laboral y la rehabilitación). Esta buena mujer me dio la baja laboral. Salí del médico y se lo comenté a mi jefe. ¿Sabéis cuál fue su respuesta? Sí, su respuesta con palabras textuales fue: “Envíanos el parte de baja por e-mail. ¿Cuándo vuelves?”.
En ese momento me sentía indispensable en la empresa y hasta mal mentalmente por haberme cogido la baja, pero era mi salud o mi trabajo. Yo me encontraba tremendamente mal. Estamos hablando de un accidente de coche que podría haber tenido peores consecuencias. Yo no he faltado al trabajo ni estando enferma. He tele trabajado hasta con el COVID siempre por miedo a que no puedes faltar al trabajo porque igual te echan y que parece que se lo vayan a tomar a mal, cosa que me parece un gran error por mi parte: Trabajos hay millones, pero salud solo una.
A la semana, acudí a la revisión de la doctora de la seguridad social y ésta me prorrogó la baja por diez días más porque yo no me encontraba bien. En mitad de esta prórroga de baja, me despierto una mañana y recibo un mensaje de la aplicación del banco en el que se me indica que me han ingresado la cantidad correspondiente a mi indemnización por extinción de contrato. Sí, así sin avisar ni nada. Ni si quiera una triste llamada para comunicármelo, nada de nada.
Ante esta situación, me vi en la obligación de recurrir a un abogado laboralista a que me asesorara un poco sobre lo que me había sucedido. Se revisó la carta de indemnización que recibí posteriormente, cuya cantidad era bastante inferior a lo que me pertenecía y no me quedó más remedio que tomar una serie de determinaciones legales y que prefiero no desvelar. Solamente os puedo decir que si os veis algún día en esta situación, por favor, acudid a que os ayuden los especialistas en temas laborales porque muchas veces los culpables de que se permitan este tipo de situaciones somos nosotros, los trabajadores. Sí, porque permitimos cosas que no se pueden permitir por miedo al que nos echen, pero la ley es la ley, tenemos que echar mano del Estatuto de los Trabajadores y de los convenios colectivos para saber nuestras obligaciones y nuestros deberes en lo laboral. No podemos permitir que se produzcan este tipo de abusos con nuestros derechos.
Sinceramente, nunca me había imaginado que mis cinco años de labores profesionales hacía esa empresa acabarían de la forma en la que han acabado. ¿Creéis que han valorado todas las veces en las que he trabajado estando enferma? NO. ¿Han valorado que yo siempre he llegado 15 minutos y hasta media hora antes a mi trabajo? NO. ¿Han valorado que terminara siempre mis tareas en plazos anteriores a los tiempos que se me establecían? NO. Al final me quedo con la sensación de que no ha servido de nada mi dedicación y esfuerzo en esa empresa, pero que si ellos no me quieren, otros empresarios me querrán, aunque puedo decir que tengo la conciencia bastante tranquila porque cumplí con mi trabajo hasta el último día en el que pude trabajar allí. Si yo no fuese buena en mi profesión, tengo claro que no me habrían aguantado tantos años en ese puesto de trabajo como me han tenido.
Ahora que la situación legal en la que nos encontrábamos se ha resuelto a mi favor y que la pesadilla con ellos ha acabado puedo deciros que no me arrepiento de haber acudido al médico por estar enferma. Ya no solo era una cuestión de enfermedad física, era también un cansancio mental por todo lo que he tenido que aguantar desde que empezó el COVID hacía la actualidad: Siendo yo la única a la que recortaron la jornada laboral en ERTE por COVID, siendo yo la única que debía de presentar los justificantes médicos a los que asistía, siendo yo la única a la que le dijeron que tenía que recuperar dichas horas médicas (cuando el convenio colectivo no lo dice), siendo yo la única a la que la jefa trataba mal y me decía cosas como que no sabía expresarme ni escribir, siendo yo la única que teletrabajo con COVID, siendo yo la que menos cobraba de todos mis compañeros, etc… Muchas cosas, que si se van sumando, pues acabas con un cansancio mental, una desmotivación laboral y una gran frustración a nivel personal que no superas hasta que no sales de esa pocilga.
Solo espero que me pueda recuperar lo antes posible porque está siendo un poco lenta la recuperación (ya lo comentaré en otra entrada) y que en mi camino se encuentren mejores jefes a los que poder ayudar con mis conocimientos laborales y valoren más mi capacidad profesional.
¡Un saludo a todos!
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